domingo, 31 de julio de 2011

LA REDADA





Corría el año de 1948. Días después del Bogotazo, en una de las casas destruidas del centro de Bogotá, alrededor de 15-16 individuos quedaron atrapados. Esta casa pertenecía al teniente retirado Jesús Cortés, famoso por haber sido uno de los más afamados casos legales de Jorge Eliécer Gaitán. Ante la escasez de agua y comida, ya pasada una semana desde el asesinato del caudillo, y al encontrarse atrapados en el fuego cruzado entre el ejército nacional y el pueblo insurrecto, los improvisados compañeros de aventura decidieron hacer un plan para salir de su predicamento. Desarmados pero ingeniosos, echaron mano de varios uniformes policíacos de la época, así como de atuendos clericales que extrañamente encontraron en la casa. Argumentaban tener en su poder instrucciones directas de la CIA, entregadas por su representante en Zipacón, además de una reliquia sagrada, que es en esencia la uña del dedo gordo del pie izquierdo de Jesucristo. A uno de ellos se le asignó la misión de convencer a los militares de que había tenido una revelación, luego de ser secuestrado por extraños seres de enormes ojos una oscura noche de febrero. Así podrían fingir ser una secta milenarista, que propendía por la salvación de liberales y conservadores por igual, partiendo de los ideales del asociamiento libre para el contubernio universal. Encontraron el apoyo de los insurrectos, por afinidad de objetivos, y de los militares, por escasez de vocabulario. Al salir triunfantes de la muy improbable empresa, decidieron seguir uniendo esfuerzos por causas absurdas y cruciales, aunque desconocidas para ellos mismos, y se autodenominaron “La Redada”.



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